El presidente Alberto Fernández volvió a vociferar ayer, diciendo que está dando una gran pelea contra la inflación, pero la guerra y la pandemia nos ha colocado en una posición muy difícil, como pasa en el resto del mundo.
Las palabras de Alberto llegaron después de que el Indec dio a conocer el dato del IPC de agosto, que fue un cachetazo para todo el Gobierno: el mes pasado los precios subieron 7%, por lo que acumulan un aumento del 56,4% en lo que va de este año y de casi 80% en los últimos doce meses, colocando a Argentina en la inflación más alta en 21 años, desde la hiperinflación de Alfonsín-Menem.
Alberto culpa de la suba de los precios a la guerra y a la pandemia, pero sabe que todo el mundo conoce en detalle que Brasil tuvo deflación tanto en julio como en agosto, que Estados Unidos tuvo 0% en julio y 0,1% en agosto, mientras que la Argentina acumuló en el bimestre una suba de precios del 14,9%. Y lo que debe enfadar más al ocupante de la Casa Rosada es que las subas mayores se dan por el capitalismo de amigos, en los sectores protegidos.