Tal como se esperaba, no hubo novedad en cuando a la suba de la tasa corta que determinó ayer la Reserva Federal, que significó un incremento de 75 puntos básicos, situándose desde ahora en 3,25% anual, el nivel más alto desde la crisis de 2008, pero sí hubo sorpresa en la letra chica que entregó el titular del organismo Jerome Powell al anunciar el encarecimiento del costo del dinero.

Por un lado debe decirse que la decisión de la Fed fue unánime, votada por los 18 integrantes del organismo, pero lo que más temor causó fue el detalle que acompañó al anuncio: se dijo, sin ambigüedades, que la inflación sigue alta, que se mantiene un desequilibrio entre oferta y demanda, y que el objetivo del organismo es bajar la inflación anual de 8% a 2%, como prioridad, aunque haya en los próximos meses algunos problemas en el mercado de trabajo, ya que se espera una recesión, no larga, pero recesión al fin.

Y la Fed completó el informe diciendo que habrá más subas de tasas en los próximos meses con más venta de bonos del Tesoro y de papeles hipotecarios en el mercado, con el objetivo de retirar los dólares sobrantes que se arrojaron al mercado a lo largo de los dos años de pandemia de Covid y con la extensión por la invasión de Rusia a Ucrania. Este detalle convenció a los analistas que las tasas largas irán a la zona del 5% y hubo más gente que llegó a decir que efectivamente pueden llegar al 9% anual, lo que sería un golpe durísimo para las bolsas, los endeudados y los mercados emergentes, como Argentina.

EL ECONOMISTA

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