La inflación mundial y la persistente suba de tasa de interés para intentar frenarla, en general sin bajar el gasto público en casi ninguna parte, está sumergiendo a los mercados de todas partes en una tendencia en el que las ganancias de las empresas siguen existiendo, pero se achican, apuntan a achicarse más, y en todas partes de espera un año 2023 con condiciones todavía más difíciles y complejas que las de 2022.
En general, como la mayoría de los estados contables trimestrales que se van presentando en los distintos circos bursátiles siguen llegando en positivo (con números más chicos pero en verde), se repite más o menos la misma tendencia en todas partes: las ruedas arrancan con valores de pre-mercado positivos, que se van apagando con el correr del día y de ese modo, contrariando a una frase de la curiosa y desobediente Pandora, en este caso “la esperanza es lo primero que se pierde”.
Hay pesimismo generalizando (exacerbado por la invasión de Rusia a Ucrania y por las tensiones económica y políticas en China) y los cortes de energía en Europa pone a algunos países al límite, tanto que la noticia si se quiere más destacada de ayer fue la notable renuncia de la primera ministra británica Liz Truss, que tuvo que abandonar su cargo tras apenas 44 días en el cargo, lo que significa la menor duración en la historia de los gobiernos ingleses, un récord que cronistas bautizaron tristemente como “la argentinización” de Gran Bretaña, utilizando a nuestro país como adjetivo negativo ya instalado.