Los mercados mundiales desarrollaron ayer una jornada extremadamente volátil, particularmente extraña, en tanto que la plaza financiera argentina siguió repitiendo la misma abulia que lo caracteriza desde hace más de tres años, es decir desvaneciéndose, sin ningún tipo de sorpresas.
La notable inestabilidad externa estuvo ligada a dos pinzas: la inflación de EE.UU. y la evolución de los pedidos de ayuda por desempleo, que entregaron dos datos contrastantes. Muy temprano se conoció que el dato de inflación norteamericano fue peor de lo que se esperaba: septiembre dio 0,4% (se preveía 0,2%), la “core” dio 0,6% (contra 0,5% esperado), y la anualizada es del 8,2% (contra 8,1% esperado). Eso generó una inmediata ola de ventas en la apertura de la Bolsa de Nueva York, tanto que en el inicio los índices llegaron a caer más de 3%. Sin embargo, luego se difundió que repuntaron las solicitudes de subsidios de desempleo, sobre todo tras el paso del huracán Ian: hubo 228.000 pedidos, 9.000 más que en el dato anterior. Con esos dos datos en la licuadora, el mercado empezó a entender que la tasa ya alta de la Fed ya está logrando un efecto, los precios se dieron vuelta y Wall Street pasó de un arranque demoníaco a un cierre casi festivo.
En Argentina, los papeles privados también tuvieron una buena jornada, pero los bonos no logran salir del fondo del pozo, el riesgo país cedió apenas (bajó 21 unidades) pero sigue en las alturas de 2.800 puntos básicos, casi 9 veces más alto que lo que mide el riesgo de los países vecinos de nuestra región. Y lo que más llamó la atención fue que, sin dólar soja, y con los 16 dólares totales, incluidos los nuevos, los capitales siguen en fuga: el Banco Central se vio obligado a vender reservas por quinta rueda consecutiva y, así y todo, el dólar blue volvió a subir, pero los que más escalaron fueron los dólares financieros libres, sobre todo el contado con liquidación, que registra las divisas que se escapan diariamente del país.