Hay huida en este momento de todo lo que parece caro o que va a la quiebra. En las últimas doce semanas en el exterior el dólar global cayó 10% contra la canasta de monedas con las que  Argentina tiene más intercambio de bienes: euro, real brasileño, franco suizo, libra esterlina, peso chileno, yuan y yen. Y a nivel local lo que más se desintegra es el peso argentino: en las últimas 18 semanas, todas con Sergio Massa con triple ministerio, el dólar acaba de saltar 35%, de $274 a $369, con algunas capitales de provincia donde se negoció a $375, y con numerosos pronosticadores profesionales que lo ven arriba de $400 pronto.

Esta situación dual con el dólar, bajando afuera y subiendo adentro, también presenta una evolución dual con los valores argentinos: mientras el peso se hunde sin parar, los bonos argentinos suben 63% desde que Guzmán pegó el portazo y la Bolsa de Buenos Aires sube 83% en dólares (a un récord infinito medido en pesos) en los últimos 27 meses. Desquiciante. Cuándo se les pregunta a los expertos ¿por qué se dan estos resultados? dicen: “esto es un combo que incluye varias cosas: el peso es una moneda descartada por la población, hay ‘trade electoral’ y todos piensan que por lo menos no puede venir un gobierno peor que este, a las empresas no les puede ir peor que vigiladas por barras bravas, se sabe que habrá una reestructuración de la deuda en pesos y en dólares, por lo que acaban de subir del sexto al cuarto subsuelo”.

La situación compleja no es solo local. El Covid-19, la invasión rusa a Ucrania y la súper emisión de moneda desató la inflación más alta en cuatro décadas y un salto en las tasas de interés con una velocidad que no se daba desde 1981 con Paul Volcker al frente de la Reserva Federal. El actual número uno de la Fed, Jerome Powell, subió la tasa corta de ese organismo de 0,5% a 4,5% anual en apenas 30 meses, y hará otra movida dentro de 16 días: los especuladores optimistas de Wall Street creen que la subirá otro cuarto de punto y algunos directores de la Fed hicieron pública su idea de subirla 50 puntos básicos. Por lo que de un modo u otro, 2023 parece orientarse a tener una tasa corta anual del 5% pronto, y probablemente de algo más, de acuerdo a cómo evolucione la inflación y el empleo. 

EL ECONOMISTA

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